Mi hermana se llama Sara, 19 años, es una monada a pesar de ser bastante baja, sólo 1,60 y escasa.
Con su estilo de pelo rubio duendecillo, sus piercings en la nariz y el ombligo y sus tatuajes (letras árabes en su muñeca, letras japonesas en la parte trasera de su cuello, flor de loto en la parte baja de la espalda simplemente sobre su lata y una hoz con estrellas cerca de su ombligo), tiene un cuerpo joven.
Es soltera, nunca tuvo un cómplice lo suficientemente largo, no le gustaría estar asegurada, quería viajar y ser libre, y vivía en un pequeño loft en el centro de Madrid.
Mi hermana había sido siempre mi compañera más cercana, mi consejera y compañera, y cuando le confesé que tenía una relación depravada con Edu, (algún día comentaré cómo empezó esa relación con mi hijo) apenas pudo soportarlo, sin embargo, con el paso del tiempo resultó ser tan aficionada a esa lúgubre relación que me recomendó hacer un trío, un trío familiar de fantasía.
Además, allí estábamos, en su pequeño condominio, en su habitación poniéndonos unos calzoncillos calientes que habíamos comprado para el evento.
Yo llevaba una pantimedia y un sostén de color marrón y ella una provocativa pantimedia verde oscura, pero también nos pusimos unos tacones de aguja y salimos a la pequeña sala familiar, donde mi hijo se estaba entreteniendo mirando su teléfono celular.